La crisis del sistema educativo en Cuba ha alcanzado niveles alarmantes. Con una profunda escasez de maestros, aulas semivacías y presiones del régimen a quienes se atreven a hablar, el panorama de la enseñanza en la Isla confirma el colapso de otro de los pilares propagandísticos del castrismo.
Según testimonios recogidos por el periodista Jorge Enrique Rodríguez en un artículo para Diario de Cuba, muchos centros escolares, especialmente en niveles de educación primaria y secundaria, enfrentan una ausencia crítica de personal docente. «Hay secundarias que no tienen profesores», denuncia Mirna, maestra en Playa, La Habana. Esta falta afecta materias clave como Geografía, Biología, Física y Química.
A pesar de las evidencias, a los maestros se les prohíbe hablar del tema. El régimen responde con advertencias y amenazas. “Si un familiar necesita recoger a su hijo antes de las 4:20 p.m., debe notificar al municipio”, explica Mirna, mostrando cómo se obliga a mantener la fachada de normalidad en las escuelas.
La represión se extiende incluso al contenido de las clases: ante la falta de docentes, los estudiantes son arrastrados a actividades político-ideológicas que sustituyen la enseñanza real y cuentan como evaluación académica. Lidia Noceda, profesora de secundaria, denuncia que esta práctica se intensificó tras las protestas del 11J. «Mi deber es con los alumnos, y si me separan de mi puesto solo habrá una maestra menos», afirma con firmeza.
El deterioro tiene causas estructurales: salarios miserables, éxodo masivo, y el desinterés de los jóvenes por carreras pedagógicas. A esto se suma el desastre del programa de “profesores emergentes” promovido por Fidel Castro, que hoy se considera un fracaso rotundo. Alina, profesora del Cerro, asegura que sin exámenes reales de ingreso, Cuba no tendría universitarios, y admite que participa en el encubrimiento del desastre: “No hay maestros suficientes y cada año habrá menos”.
La pandemia agravó la situación. Miles de estudiantes pasaron de grado sin consolidar conocimientos básicos, lo que ha creado una generación con serias lagunas educativas. La maestra María Eugenia Gordillo advirtió en 2021 que los efectos del COVID-19 se arrastrarán por años, afectando a futuros profesionales.
La deserción escolar también es evidente. Reinier Páez, vecino de la escuela primaria Ejército Rebelde en La Habana, observa con tristeza cómo los patios que antes desbordaban de niños hoy están casi vacíos. De diez aulas, solo dos funcionan. «En la época de mis hijos ya faltaban profesores, pero solo en secundaria. Hoy el caos ha alcanzado también la primaria», lamenta.
Ni el Ministerio de Educación ni el de Educación Superior han ofrecido explicaciones. El silencio oficial contrasta con las denuncias que se multiplican en redes sociales. La educación en Cuba, una vez presentada como “gratuita y de calidad”, hoy se encuentra sumida en un colapso que el régimen solo intenta ocultar con presión y censura.