El régimen cubano recibió este viernes un claro ultimátum de su aliado euroasiático. El viceprimer ministro ruso, Dmitri Chernishenko, instó al presidente de la Asamblea Nacional, Esteban Lazo, a facilitar mejores condiciones para las inversiones rusas en Cuba, si La Habana desea seguir recibiendo respaldo económico y político de Moscú.
Durante una reunión celebrada en Moscú, Chernishenko fue contundente al señalar que “el círculo de potenciales inversores rusos interesados en desarrollar nichos prometedores del mercado cubano se está ampliando”, pero que resulta imprescindible el apoyo del Gobierno cubano para concretar estos proyectos. En palabras del funcionario, Lazo debería “prestar ayuda para el rápido lanzamiento de proyectos de inversión”.
El mensaje, aunque envuelto en retórica diplomática, constituye una advertencia directa a la cúpula del Partido Comunista de Cuba, que hasta ahora ha ofrecido pocas garantías a inversores extranjeros y mantiene una economía fuertemente controlada por el Estado. La prensa oficial cubana no ha hecho mención alguna al reclamo de Chernishenko, limitándose a reportar superficialmente la visita de Lazo a Rusia.
El viceprimer ministro ruso subrayó además los gestos que Moscú ha tenido con la Isla, como la reanudación de vuelos directos mediante Rossiya Airlines y la introducción de la tarjeta bancaria rusa Mir. Aunque mencionó que Rusia es el “segundo emisor de turistas a Cuba”, lo cierto es que el número de visitantes rusos ha caído casi un 50% en los primeros meses de 2025.
Lazo, una figura sin poder real dentro del esquema de poder cubano, se ha reunido durante su estancia en Moscú con altos cargos como el canciller Serguéi Lavrov, el líder de la Duma Estatal Vyacheslav Volodin y el vicepresidente del Consejo de Seguridad Dmitri Medvédev. Sin embargo, sus declaraciones públicas se limitaron a agradecer la cooperación rusa y repetir la habitual fórmula oficial: “hay voluntad de avanzar”.
Esta retórica vacía ha sido criticada en múltiples ocasiones por funcionarios e inversores extranjeros, incluidos los rusos. Ya en 2024, el propio Chernishenko había advertido a Ricardo Cabrisas —negociador clave del régimen— que, a cambio del suministro de petróleo y bienes esenciales, Moscú espera que la Isla elimine las trabas burocráticas y ofrezca garantías reales a las empresas.
No solo Rusia ha perdido la paciencia. En octubre del año pasado, un grupo de empresarios chinos también denunció la falta de apertura del Gobierno cubano a la economía de mercado, a pesar de las millonarias deudas que mantiene con firmas como Huawei y Yutong. Según el Financial Times, esas deudas ascienden a “cientos de millones de dólares”.
La relación de Cuba con Rusia, al igual que con China, se ha tornado desequilibrada. Mientras el régimen insiste en discursos de “solidaridad” y “hermandad”, los hechos revelan una dependencia cada vez más marcada de aliados que comienzan a exigir resultados concretos. Como lo resumió el exanalista estadounidense Fulton Armstrong, “China no es el sugar daddy de Cuba”. Lo mismo puede decirse de Moscú. Y el Kremlin ha dejado claro que la paciencia no es infinita.